Publicado el marzo 11, 2024

En resumen:

  • El problema no es la falta de documentación, sino la creación de manuales estáticos que nadie utiliza. La clave es desarrollar «documentos vivos».
  • Adapte el formato de la documentación al contexto de cada tarea: no todas las actividades requieren un procedimiento exhaustivo de 10 páginas.
  • Involucre a su equipo en la creación de los procedimientos («co-creación») para asegurar que sean prácticos, realistas y se apropien de ellos.
  • Implemente un sistema de revisión periódica para que los procedimientos evolucionen con la empresa y no queden obsoletos.

La escena es familiar: dos empleados realizan la misma tarea y obtienen resultados distintos. Uno sigue el método «oficial», el otro, su propio atajo aprendido sobre la marcha. Como director de operaciones de una pyme, esta falta de consistencia es una fuente constante de estrés, variabilidad en la calidad y sobrecostes. Le obliga a estar permanentemente supervisando, apagando fuegos y preguntándose por qué la excelencia es tan difícil de mantener.

La respuesta habitual es «tenemos que documentar más». Se invierten semanas en crear manuales exhaustivos, flujogramas y procedimientos que, en el mejor de los casos, se consultan una vez y acaban olvidados en un cajón o en una carpeta de red. El esfuerzo es enorme, pero el resultado es nulo. El equipo vuelve a sus viejas costumbres y la variabilidad persiste.

Pero, ¿y si el problema no fuera la falta de documentación, sino el tipo de documentación que creamos? La estandarización no fracasa por falta de esfuerzo, sino por generar «documentos muertos» que no conectan con la realidad del trabajo diario. La verdadera clave es transformar esos procedimientos en herramientas vivas, integradas en el flujo de trabajo, co-creadas por quienes las ejecutan y diseñadas para ser usadas, no solo para ser archivadas.

Este artículo no es otro alegato sobre la importancia de escribirlo todo. Es una hoja de ruta metodológica, pensada para el director de operaciones en España, que busca construir un sistema de estandarización que su equipo adopte, use y mejore. El objetivo final es liberarle de la supervisión constante y garantizar una calidad predecible y sostenible en el tiempo.

¿Por qué auditores ISO rechazan empresas que hacen bien las cosas pero no lo documentan?

Es una de las mayores frustraciones para un directivo: su equipo es competente, el producto es bueno, pero la auditoría de calidad resulta en una «no conformidad». La razón es simple y fundamental en la gestión de la calidad: para un sistema como ISO 9001, lo que no está documentado, no existe. El auditor no evalúa la intención o la habilidad individual, sino la robustez y la repetibilidad del sistema. Busca evidencia objetiva, no anécdotas.

Aunque pueda parecer un mero formalismo, esta exigencia tiene una lógica implacable. La documentación garantiza la trazabilidad, permitiendo reconstruir un proceso en caso de fallo. Asegura la consistencia, independientemente de qué empleado esté de turno o de vacaciones. Y, sobre todo, constituye la base para la mejora continua; es imposible mejorar sistemáticamente algo que no ha sido definido previamente. En España, donde cerca del 35% de las empresas cuentan con alguna certificación ISO, comprender esta mentalidad es crucial para competir.

Un auditor busca pruebas de que el sistema funciona por sí mismo, no por el heroísmo individual. Necesita ver que existen procesos definidos para el control de documentos, para la gestión de acciones correctivas, para la evaluación de proveedores y para la realización de auditorías internas. Hacer las cosas bien es el primer paso, pero ser capaz de demostrarlo de forma sistemática y documentada es lo que diferencia a una operación artesanal de una organización con un sistema de gestión de calidad profesional.

¿Cómo documentar tus 20 procesos clave en formato que tu equipo realmente use?

El principal error al documentar procesos es hacerlo en solitario, desde un despacho, asumiendo cómo se debería trabajar. El resultado es un procedimiento teóricamente perfecto pero prácticamente inútil. La solución es la co-creación: transformar la documentación de una imposición a un proyecto colaborativo. El objetivo es lograr la apropiación del proceso por parte del equipo, que dejará de verlo como «las normas del jefe» para considerarlo «nuestra forma de trabajar».

Un método altamente efectivo es el «método Padrino». Consiste en juntar a un empleado veterano (el «padrino»), que posee el conocimiento tácito y los trucos del oficio, con un empleado más joven o de otro departamento, que actúa como documentador. El veterano explica el «cómo» y el «porqué» de cada paso, mientras el novato pregunta, cuestiona y traduce ese saber hacer en un formato claro y estructurado. Este diálogo enriquece el proceso y garantiza que el resultado sea realista y comprensible.

Empleado veterano y junior trabajando juntos en la documentación de procesos
Escrito por Alberto Moreno Gil, Alberto Moreno Gil es ingeniero industrial especializado en mejora continua y excelencia operacional, con 15 años de experiencia en optimización de procesos productivos y gestión de operaciones. Titulado como Lean Six Sigma Black Belt y auditor de sistemas ISO 9001, actualmente dirige el departamento de operaciones en una empresa manufacturera de componentes industriales con tres plantas en España.